viernes, 26 de abril de 2019

Carta a Anastasio Moreno Martínez


Cerrajero de Galapagar (Madrid), miembro de la Unión General de Trabajadores (UGT), su primera militancia política fue en el Partido Radical Socialista, con el que se presentó en las elecciones municipales en 1931 que dieron lugar a la proclamación de la República y fue elegido alcalde de Galapagar. Tras abandonar a los radicales con la escisión de Izquierda Radical Socialista, se incorporó al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundando la Agrupación socialista de Galapagar en 1936. Fue nombrado presidente de la Comisión Gestora del ayuntamiento para ser elegido alcalde de nuevo poco después.

Fue detenido por las autoridades franquistas en marzo de 1939, al mes siguiente lo encarcelaron, junto a otros concejales de la agrupación, en la prisión de San Lorenzo de El Escorial y en agosto los trasladaron a la prisión de Porlier. Sometido a consejo de guerra, fue fusilado, junto a sus compañeros y la 14ª rosa, en el antiguo cementerio del Este el 19 de Febrero de1940. Dejó huérfanos a sus tres hijos, pues su esposa murió tras el último parto. Escribió una carta a su hijo, su primogénito y único varón, desde Porlier. Se trata de su testimonio vital, donde, por última vez, le da consejos para que encauce adecuadamente su vida.


Uno de los párrafos dice lo siguiente:

"La vida era solemne; puro y sereno el pensamiento era; sosegado el sentir, como las brisas mudo y fuerte el amor, masas las penas, austeros los placeres arraigadas las creencias, sabroso el pan, reparador el sueño fácil el bien y pura la conciencia."


Madrid, abril 2019

Querido Anastasio, bisabuelo:

No nos conocemos -de hecho ni siquiera conociste a mi madre- soy tu bisnieta, y aunque te parecerá una locura, te siento muy querido y muy cercano a mí, como un aliento soplándome en el cogote. 
Desde pequeña, el secreto que rodeaba a tu persona y tu triste final despertaron en mí admiración y curiosidad. A eso se añadió el cariño que siempre sentí por mi abuelo, tu hijo, uno de los mayores premios que me ha dado la vida, y la promesa que le hice de reivindicar siempre tu figura para que tu nombre no quedara en el olvido.
Muchas veces fantaseo pensando cómo habría sido la vida de mi familia si tu final hubiera sido otro. Sospecho que, de no haber vivido ese infierno, el carácter de mi abuelo -osco y recio, callado-, habría sido otro. Yo no  me puedo quejar, lo conocí en su buena etapa, cuando, a pesar de que su trauma no había desaparecido, la proximidad a la meta habiendo sorteado tantos obstáculos le proporcionó un cierto sosiego. Pero la vida junto a él no debió de ser siempre fácil, demasiado amargura y sufrimiento. Fue uno  de tantos damnificados por el odio, la barbarie y la sinrazón a los que la intensidad del dolor, la imposibilidad de desahogo y la tortura del silencio convirtieron en un trasunto de ellos mismos, sufrientes actores de una vida falsa.

Si recuerdas, en tu carta de despedida desde Porlier le dabas una serie de consejos de cómo debía encauzar su vida,  pues eras consciente de que con 16 años, huérfano de padre y madre, se convertía en cabeza de familia. Bien, en lo más importante te hizo caso: escogió la mejor esposa posible. Sin duda, justicia poética, ¡después de tantas penas, por fin la vida le tenía reservado algo realmente bueno! Encontró a la mejor compañera de viaje, la mejor madre, una excelente persona con la fortaleza, el optimismo y serenidad que a él le faltaban y que tanto le ayudó. Y aunque, repito,  no siempre fue fácil, apenas pudo sobrevivirla un año. Siempre estuvieron juntos.
Afortunadamente, le dio tiempo a vivir la recuperación de tu figura por parte de la agrupación socialista de Galapagar que tú mismo fundaste y gracias a la cual yo me he introducido en grupos de memoria histórica. Te reivindican como líder y te admiran. Cada año, celebran unas jornadas culturales que llevan tu nombre, y te rinden homenaje, a ti y a tus compañeros concejales también fusilados, junto a tus restos en el cementerio de Galapagar, en torno al 19 de febrero (fecha de los asesinatos).  No sé si sabrás del auténtico suplicio que pasó hasta que pudo llevar tus restos allí, a tu pueblo. Fue emocionalmente durísimo, pero lo consiguió y compró el terreno de tu sepultura y el de al lado ("el chalecito", lo llamábamos). Los malos no os dejaron estar juntos en vida, pero afortunadamente no han podido evitar que descanséis el uno junto al otro por toda la eternidad.  

En un pleno votaron que os dedicarían, a ti y a tus compañeros una calle o plaza. No lo han cumplido. Ya me lo decía tu hijo, Anastasio,  "hija, no te hagas ilusiones, esa gente es muy mala. No lo van a consentir". Y tenía razón. Murió sin ver la calle ni el monumento en el antiguo Cementerio del Este, en la funesta tapia donde respirasteis por última vez. Y veremos a ver si lo conseguimos. 
Me siento inexplicablemente unida a los familiares de otros fallecidos. Me ayudan mucho, me hacen sentirme más cerca de ti y son los que se están preocupando por conseguir ese monumento con todos vuestros nombres.

Cada acto al que acudo es una catarsis para mí. Esta misma carta también lo es.  
¡Me hubiera gustado tanto conocerte mejor! ¡Sospecho que podía haber aprendido tanto de ti! En cualquier caso, me siento muy orgullosa de llevar algo de tus genes. Me hace ser mejor.

Hasta siempre

lunes, 1 de abril de 2019

Carta a Domingo Villalba Pastrana




Fusilado el 31/10/1939
Cementerio de la Almudena 
Madrid

Hola abuelo:

Soy tu nieto Juan Carlos, tengo tantas cosas que decirte en esta carta, que me  va ser difícil trasladarte estos 80 años que han pasado ya de que nos arrebatasen tu cariño, tus caricias y seguros consejos. Aprovecharé esta oportunidad que me brindan  para en estas líneas hacerte llegar una visión general de estos años pasados, en los que siempre te hemos tenido presente, tu hija y nietos y que nunca dejamos de pensar en ti.
Tu hija, tu niña, aquella a la que apenas pudiste abrazar, a la que le escribiste tu última carta, goza  en la actualidad de buena salud, cumplirá 81 este agosto. La vida no le fue sencilla, ser hija de un republicano, condenado y fusilado, son un estigma que tuvo que llevar durante demasiados años. Nada más cumplir los 2 años, la represión que por más que quieran ocultarlo o taparlo, fue su modo de operar durante toda la dictadura de aquellos que nos privaron de tu cariño.
Por motivos de esa persecución política que se ejerció, tuvieron  que marchar al pueblo, aquel en el que tu suegro Julián nació, ¿recuerdas?, se llama  Huermeces del Cerro, allí subsistieron y pudieron trabajar, algunos familiares les ayudaron durante los primeros años. El hambre hacía estragos en nuestro país y también en un pequeño pueblo de la Alta Alcarria, eran épocas muy duras y los tres, tu esposa Flora y tu hija Mercedes junto con tu suegro abrieron una casa cerrada durante décadas, Julián  se colocó de pastor de cabras, él que fue un hombre formado y de orden, la abuela, es decir, tú esposa, decía:
“el día que vi tocar el cuerno a mi padre, se me partió el corazón”. Tras 12 años de viudedad, Flora se volvió a casar a sus 34 años con un primo hermano, el cual le trató muy bien y le dio estabilidad a su situación. A los 14 años tú hija y se puso a servir en la capital, la cual conocía muy bien por las largas épocas que pasaba con tus padres.
Pasados los años se casó con mi padre, que también se llamó Julián, tuvieron dos hijos, Luis Mariano y yo, Juan Carlos. Pero la vida aún le guardaba más infortunios a tu niña, su primera hija, fallecería a los pocos meses,  y tras una enfermedad de varios años mi padre falleció y por tanto ella se quedó viuda a los 43 años. Ahora por fin vive tranquila y feliz con sus nietos e hijos.
Hace años empezamos a indagar sobre tu fusilamiento, la abuela nunca quiso contar nada, quizás el miedo la  obligó a callar. Descubrimos a un grupo de personas que como nosotros estaban intentando que no se os olvidara, que hubiera un reconocimiento, una memoria. Son ellos y nosotros,  los que hemos luchado para alzar ahora este monumento donde tú nombre y el de tus compañeros que perdurarán por siempre, desde hace años el día 14 de abril nos reunimos para desmostar al mundo que no os olvidamos.
Un beso de todos, ese que nunca te pudimos dar,  es el regalo que acompaña esta carta. 

PD: "Papa, siempre te quise y nunca te olvidé, un beso; tu hijita."

sábado, 23 de marzo de 2019

Carta a mi tío José Martín-Camuñas Ayala

JOSÉ MARTÍN-CAMUÑAS AYALA (13-07-1940)


Querido tío José, aunque no te conozco, sé quien fuiste y lo que representaste para mi padre, tu hermano. Aunque quizás llamarte querido pueda parecer absurdo puesto que no nos llegamos a conocer, yo siempre he sentido el vacío de tu presencia en mi vida. Cuanto nos arrancaron aquella madrugada en la que de tu pecho brotaron tres manchas granas como tres amapolas.

Nunca sabré el color de tu pelo, pero me imagino tu mirada, del mismo e intenso color verde que tenía tu hermano, mi padre. 

Ese hombre que fue esculpido a fuerza de dolor y rabia, a quien le arrebataron algo más que un hermano, le robaron al que hizo las funciones de padre, de ese padre que desapareció de sus vidas de forma tan temprana.
        
Le enseñaste a ser humilde pero orgulloso, digno y honesto, respetuoso con hombres y mujeres, con pobres y ricos. Que orgulloso habrías estado de él, tío, ay si hubieras estado en nuestras vidas, quizás habríamos sentido que eras como ese abuelo que no conocimos y tu madre habría sido una abuela genial, pero tanto dolor la mantuvo sumida durante el resto de su vida en la oscuridad del luto y la tristeza. Vivió envuelta en lutos por tu pérdida, por la de su hombre, por la de los hijos e hijas que fueron partiendo antes que ella…apenas la conocí, tan viejita y sentada en su rincón oscuro, tanto como fue su vida tras tu muerte.

Cómo me habría gustado que hubieras sido tú quien me llevara al parque y no aquel hombre que suplantó tu vida, ese amigo que te sobrevivió en la tortura y que fue para mí tortura indigna de una niña de pocos años.                         

Tío cuantas cosas quisiera contarte, decirte que la vida se volvió mucho más hermosa, que por la calle un hombre y una mujer pueden pasear abrazados sin que nadie les mire, que dos hombres o dos mujeres pueden amarse en libertad, que todos los niños y niñas van a  la escuela y aprenden por igual, que tenemos muchos de los derechos por los que tú luchaste, aunque todavía no hay  verdadera libertad. Pero lo que hoy tenemos, se lo debemos a hombres como tú que antepuso la libertad de su patria a su propia vida, y perdieron, perdiste tu sangre aquella madrugada cuando, por falso testimonio, te condenaron a muerte, a ti que fuiste un hombre bueno. 

Si quieres puedo pintarte el cielo azul y describirte como pasan las nubes lentamente atravesadas por las aves que vuelan, tío si pudieras estar aquí y ver conmigo todo lo que yo puedo alcanzar, es tan diferente la vida, pero no creas que hubo mucha hambre y miseria tras tu asesinato, incluso cuando yo nací, que ya había pasado más de una década desde que te fusilaron, el hambre persistía, y el miedo, tío, el miedo nos persiguió durante muchas décadas, incluso después de morir el dictador, que por cierto, murió de viejo en su cama, ¡después de segar tantas vidas!

De tu mujer, no quedó en nuestra familia ni siquiera el nombre, tanto miedo, que ella partió y nuestra familia no osó nombrarla nunca…todo porque cometisteis el “pecado” de que un hombre vestido del color de los cuervos no santificara vuestra unión. Que terrible época tío y que terrible secuela de casi cuarenta años hasta que murió y otra década hasta que nos sacudimos el yugo de la iglesia y los militares, pero no creas, ellos están ahí y poco a poco se están volviendo a hacer fuertes y parte de culpa la tienen aquellos que se sienten decepcionados con quienes intentar cambiar las cosas y dejan que sus gentes se enseñoreen de todo…logramos que la educación fuera gratuita para todos y todas, pero tío, entraron a gobernar los cachorros del fascismo y poco a poco fueron desmantelando nuestro sistema de educación, el de sanidad, el del bienestar, el de vivienda y ahora van de nuevo a por las mujeres, quieren hacernos retroceder en muchos derechos logrados a golpes, con la muerte de muchas, que te voy a contar, tío. Empiezo a tener miedo, miedo de volver tanto atrás, que llegue a encontrarme donde quedaste tú, allá en aquella tapia, una madrugada, ya sin pasado y volando mi porvenir…

Cuanto me habría gustado oír de tu voz aquella historia, la tuya, que me hubieras explicado tus ideas, tus deseos, haber conocido a tus hijos y jugar con ellos en tu casa o en la mía, saber toda tu historia, tus sueños, donde te hubiera gustado viajar. En casa poco se hablaba de ti y cuando se hacía siempre era entre murmullos para que no nos pillaran hablando de ese rojo que una triste madrugada de verano, sacaron de la cárcel de Porlier, para llevarlo a la tapia del cementerio del Este y asestarle tres tiros en el pecho y no permitir que luego sus feudos pudieran darle justo entierro. Hoy nos dicen, para desdecir lo que desde hace tiempo nos dicen, que puede que tus huesos descansen en un basurero del cementerio, seguiré intentado conocer la verdad y si es cierto que tus huesos están allí me agradaría cederte mi plaza en el columbario donde descansa tu hermano, mi padre. Mientras llega el día, este año volveré a aquella tapia en la que te arrancaron tu historia para rendir homenaje a tu memoria. 

Aunque nunca te conocí, siento que tenemos una fuerte conexión entre los dos, hoy continúo en la lucha de defensa de los derechos de todas y todos los que aquí vivimos. En el país que un día defendiste de los fascistas. Te quiero tío y te sigo honrando cada nuevo día.

No olvido la fecha en que te arrancaron el futuro 13-7-1940

Maite Martín Camuñas

jueves, 21 de marzo de 2019

Alfonso Ramírez Linde a su padre Alfonso Ramírez Ortiz

ALFONSO RAMÍREZ ORTIZ

Álbum familiar
Natural de Mancha Real (Jaén) Alfonso Ramírez Ortíz era hijo de Ildefonso y Encarnación. Pertenecía al Cuerpo de Seguridad, conocidos como "Guardias de Asalto". Estuvo encarcelado en la prisión madrileña de Yeserías y fue fusilado el dia 8 de julio de 1939. Tenía 30 años de edad.


Querido papá:  

Hoy se cumplen 74 años de tu alevosa muerte, junto a las tapias del Cementerio del Este, en Madrid. Como en tantas otras ocasiones, en aquel 8 de julio de 1939, y como tuve ocasión de leer en un bellísimo verso de Miguel Hernández, "temprano madrugó la madrugada".
  
Sí. En la madrugada de ese 8 de julio, fuiste abatido por un pelotón de fusilamiento, repitiéndose aquí, -estoy seguro- lo que con tanto dolor escribiera don Antonio Machado, al referirse al fusilamiento del poeta García Lorca: “el pelotón de verdugos no osó mirarle a la cara". Si te hubieran mirado a la cara, papá, habrían comprobado que era posible, conforme también dijo Machado, mostrar serenidad incluso "con plomo en las entrañas".

Cuando tu sangre se derramó, el terrizo suelo donde se levantaban las tapias del cementerio no había llegado aún a absorber la sangre derramada por quienes como tú, en los días anteriores habían sido fusilados. Por eso tu sangre se mezcló con la de aquellos y todas, en los días siguientes, se mezclarían con las de otros muchos fusilados. Y es que, la orgía del injusto derramamiento de sangre, duró mucho tiempo. Demasiado tiempo. Pero al menos sirvió para que el lugar no cayera, definitivamente, en el olvido. Muchos familiares lo han visitado (yo he estado allí) y lo seguirán visitando; unos rezando, otros guardando un estruendoso silencio y todos, todos, recordando con emoción y dolor, vuestro sufrimiento.

Sí. Fue en la madrugada del día 8 de julio de 1939, cuando, sin ningún derecho, sin ninguna legitimidad, te daban muerte, conforme se acordaba en sentencia fechada el día 26 de mayo de 1939, en la que incluso sin respetar las más elementales normas jurídicas, (ni en el fondo, ni por la forma), te declaraba reo por la "comisión de un delito de adhesión a la rebelión militar... " conforme estaba decidido de antemano, aun cuando en el simulacro de juicio celebrado en el mismo día y para el que se fijó su celebración el día 25, es decir, el anterior al de la firma de la sentencia.  En el "juicio" se siguió a rajatabla y como en otros tantos casos, el guión y modelo preestablecidos para esta clase de juicios.

Pero hubo una excepción: quien ejercía el papel de defensor, pidió al tribunal de forma expresa tu absolución, no siguiendo al respecto el guión y modelo preestablecido, según el cual y casi sin excepción, el abogado de la defensa se limitaba a confiar la suerte de los acusados "a la Justicia del Tribunal". Si a otras muchas cosas, se suma la postura final del abogado de la defensa, aquello de que te condenaron sin ningún derecho, sin ninguna legitimidad, resulta inapelable.

Te dieron muerte, sí. Pero no les pareció suficiente. Como en otros tantos casos, a tu muerte le precedió la tortura. En tu caso, y a 1a connatural ruindad del torturador, se unió al “'acicate" de cumplir bien y fielmente la expresa orden recibida. Y es, papá, que, en efecto, mediante escrito fechado en Burgos, el día 14 de junio de 1939 Y firmado por EL ASESOR DEL CUARTEL GENERAL, se decía, entre otras cosas, la siguiente: "(. . .) si bien, antes de darse efectividad a la pena (de muerte) impuesta, deberá procurarse obtener del condenado, declare é informe sobre cuántos extremos conozca ... "

Mamá (hoy ya contigo y con tu otro hijo, mi hermano Ramón) te vio antes del día 8 de julio. iCuánto te quiso y cuánto sufrió! iElla nos hablaba de ti, claro, pero nunca nos contó nada de lo que te había pasado -quizás, equívocamente, para protegernos-  No lo sé.

Un día, siendo yo muy pequeño, oí como, en voz muy baja, con lágrimas en los ojos, le decía a otra enlutada mujer - mamá llevó luto por ti durante toda su vida - : "Perdono a los que le fusilaron, pero no a quien le torturó".

Te diría - os diría a los tres - muchas cosas más, pero no me es fácil. Quizá una cosa más: se dice, desde antiguo, que "justicia es la voluntad constante y perpetua de dar a cada uno lo suyo”. Pues bien: está más cerca que lejos, que a ti y a tantos miles de españoles como tú injusta e ilegítimamente condenados, la sociedad entera os de lo que es vuestro: reconocimiento, respeto, reparación. Yo, como tus cuatro nietos y tus cinco biznietos nos conformarnos con el general reconocimiento y respeto.

Con un abrazo para vosotros y hasta pronto.

Alfonso Ramírez Linde

lunes, 11 de marzo de 2019

Carta a mi padre Heliodoro

HELIODORO DE ARRIBA CARPIO (09-09-41)
Heliodoro de Arriba Carpio (Álbum familiar)

Heliodoro de Arriba Carpio, nació el 2 de febrero de 1900 en Muñoz (Salamanca). Fue operario deTelefónica y, en sus últimos años, portero de librea en una casa en la calle Goya de Madrid.
Se casó con Benita Pascual y tuvo 5 hijos (4 hijas y 1 hijo).  Por su pertenencia al Partido Comunista es detenido e ingresa en la Prisión de  Salamanca el 14/08/1939. El 07/03/1940 es entregado a la Guardia Civil para ser conducido a Madrid. El Consejo de Guerra le condena a pena de muerte por adhesión a la rebelión. El 09/09/1941 es entregado al piquete de ejecución y fusilado en el cementerio del Este.
Heliodoro luchó toda su vida por la libertad, la justicia social, la igualdad de oportunidades y los derechos de los trabajadores. Estos valores constituían los hilos conductores de la II República que fueron frustrados por el golpe militar de 18 de julio de 1936. Como se frustraron la consecución de estos ideales, también se frustraron las vidas de estos hombres y mujeres  que lucharon por garantizar el bienestar de los más vulnerables y la eliminación de los privilegios de clase.
Heliodoro quería por encima de todo que sus hijos fueran a la Universidad, estaba convencido que estudiar les haría libres.

Cristina Revuelta (nieta de Heliodoro)

Gracias a la memoria y el tesón de su familia existen más recuerdos de él que los documentados sobre su detención y fusilamiento. Su hija Teodora le escribió esta carta sin destino posible...O no, porque los recuerdos siempre llegan:


CARTA SIN DESTINO

¡Hola papá! Como me emociona llamarte cuando han pasado muchas décadas sin poder hacerlo.
Quiero dejar claro; tú no tenías las manos manchadas de sangre, lo sabíamos nosotros y en tu defensa no dejaste de repetirlo. Cuando habían pasado cuatro décadas y la dictadura terminó, en el certificado de defunción, fechado el cinco de octubre de mil novecientos setenta y nueve, figuraba: Heliodoro de Arriba, asiste a Consejo de Guerra el 20-6-41 y finalmente, es entregado al piquete de ejecución el 9-9-41. Para cumplimiento de condena por:
DELITO DE ADHESIÓN A LA REBELIÓN.

Muchos años callamos tu muerte, por no oír la coletilla de la voz muda:
¡ALGO HABRÍA HECHO!
Papá además de vencidos hemos sido; derrotados, rojos, callados, en definitiva los malos.
No sabían que en nuestras pequeñas vidas, la semilla del buen hacer, principios, valores, ética, todo lo que durante tanto tiempo abonasteis, estaba ya germinando.
En tu carta de despedida, nos decías: “chiquitines cuidar y obedecer a mamá”.
Tu consejo lo hemos llevado por bandera.
En tu carta del último adiós también nos decías:
“No siento mi muerte, me duele el desamparo que te dejo mi amor”
¡Fue muy duro!
Y llegaron muchas voces: los pequeños al orfanato y las dos mayores de niñeras. La respuesta de mamá, fue siempre la misma:
“Cuando de noche cierre la puerta, mis hijos estarán conmigo”
¡Fue una madre coraje!
Artesana de todo; ¡hasta nos confeccionaba las zapatillas! Cerca de casa había un estercolero, recogía las zapatillas viejas, sus suelas, después de limpias, las dejaba en el número correspondiente, si era invierno de paño, si verano de lana. Antes de empezar a transformarlas nos preguntaba, a gusto del consumidor ¿una o dos  ondas?   
El coserlo a la suela requería mucha fuerza, un alicate tirando de la aguja y su lengua sacada para hacer más fuerza. La imitábamos como gracia.
Los primeros momentos fueron muy duros.
¿Te acuerdas de aquella canción? Desde Santurce a Bilbao vengo por toda la ría……Eso fue lo primero que hicimos, vender sardinas; una caja de madera, las sardinas bien colocadas, una cuerda a los lados en forma de agarrador ¡A la sardina fresca por docenas! Este era nuestro grito recorriendo las calles. Esto lo hacíamos mamá y yo. Los pequeños al colegio. Nunca pedimos limosna.
Mamá murió a los 55 años. Había cumplido su cometido. Estaba muy cansada y tenía el corazón roto de tanto sufrimiento. Abrió las alas, las que tantas veces nos sirvieron de cobijo y voló alto, muy alto.
Papá tu muerte fue un vacío dramático con el que siempre hemos vivido pero nos quedaron tus recuerdos:
Aquel juego, tú sentado y nosotros haciendo cola para acomodarnos en tus rodillas que se ponían en marcha al grito de: Al trote, al trote, al galope, al galope. Los dos pequeños no alcanzaban y yo los aupaba.
Otro recuerdo, este más goloso. Cuando te acompañaba al mercado de Torrijos, había un puesto pequeño rodeado de una bandera republicana, en su cumbre una bandeja de pestiños, con su pincelada de rica miel. Una mujercita atendía a la clientela, mi mano agarrada a la tuya muy apretada, mis ojos fijos en tu mirada esperando un sí o un no y mi triste pregunta. ¿No hay centimitos?.
Tengo casi noventa años y quiero seguir aprendiendo. Toda mi vida he tenido un recuerdo de un deseo que tenías para nosotros. En una reunión con tus amigos, cuando se marchaban les enseñaste a tus hijas, estábamos ya en la cama, dorada y negra, dos a la cabecera y otros dos a los pies. El rey de la casa (el deseado) estaba en su cunita en vuestra habitación. Abriste la puerta y te oí este comentario: “Mis hijas llegarán a la universidad”. Luchamos por ello.
Lamentablemente, no llegamos a la universidad pero fuimos buenos profesionales. Tus nietos y biznietos son titulados.
He dejado este recuerdo para el último por la impresión tan horrible que me causó, llevaríamos un año de guerra, en el colegio para compensar el horror que estábamos viviendo, nos llevaban al cine Tívoli de la calle Alcalá ponían ¡Botón de Ancla!, de repente se apagó la pantalla y nuestros profesores muy deprisa nos pusieron a hacer filas. En la puerta esperaban nuestros familiares, allí estabas tú papá, cogiste a los pequeños de tus manos y nosotras de las suyas y nunca podré olvidar la canción que cantábamos:
¡A tapar la calle que no pase nadie!
Así fuimos, Alcalá arriba hasta Goya, donde nos encontramos un espectáculo dantesco, un atentado en los bajos del cine Salamanca, había mucha pólvora, ya que allí se rellenaban las balas. La calle Torrijos, junto con sus salidas de metro había saltado por los aires. ¡Terrible!
Ante tal horror, tú nos dijiste: “¡Cerrad los ojos, ahora jugaremos a la gallinita ciega!
 Este tremendo atentado, se ha silenciado y ya han pasado más de 80 años.
Papá en toda nuestra vida no te hemos olvidado y siempre te hemos sentido muy cerca.
¡Te seguimos queriendo!

Teodora de Arriba

domingo, 10 de marzo de 2019

Querido abuelo Casto


Querido abuelo:
He necesitado años hasta tener plena conciencia de que escribiste una carta de despedida antes de que te fusilasen; la encontró la abuela entre las ropas que le entregaron después de tu ejecución, entre las costuras de tu chaqueta. Esta carta no pudieron leerla tus dos hijos varones mayores hasta más tarde, pues entonces estaban con tus primos de Puertollano, aquellos primos que tú querías tanto y que, con el nuevo régimen, les redujeron a la servidumbre, por no decir a la esclavitud. Papá quería aprender el oficio de camarero porque estaba más que cansado de andar con las ovejas por la sierra y en lugar de ello, separaron a los dos hermanos y estuvieron cuidando cabras en la sierra de Alcudia. Los dos padecieron mucho, cada uno por su lado, sin tener noticias del otro, con escasa comida y, sufriendo de un clima desconocido para ellos hasta entonces. Papá enfermó del paludismo y estuvo al borde de la muerte. Es como para pensar que el primo que se lo llevó les aplicó la pena de la redención por el trabajo y los esclavizó hasta casi perecer.
Ninguno de los dos supo que su padre había muerto hasta más tarde y ello les sirvió para rebelarse; después de varios disgustos, volvieron a casa. El regreso no supuso mejor situación ya que las familias de los represaliados no tenían absolutamente ningún derecho, ni al trabajo ni a nada. Toda la familia vivió en la miseria hasta los años cincuenta en que los tiempos comenzaron a suavizarse un poquito.
Papá siempre contó que en la carta le nombrabas jefe de familia por ser el varón primogénito, y además le legaste tu reloj, que por cierto te costó años conseguir que se lo entregaran. Por suerte la abuela no te hizo caso y no vendió la casa porque de haberlo hecho, hubieran vivido literalmente en la calle. Aun así, en el pueblo intentaron muchas veces quitarle la casa pero después de todo, alguien quedó que supo reconocer tu ayuda durante la guerra y consiguió que no lo hicieran.
Sí abuelo, sé que tus compañeros y tú ayudasteis a muchas personas del pueblo: las antiguas autoridades, incluido el cura, y los terratenientes.
Conseguisteis esquivar las persecuciones de los anarquistas de Colmenar Viejo que constantemente intentaban llevárselos para ejecutarlos; incluso defendisteis y salvasteis la iglesia y las imágenes. Claro está que incautasteis los campos y las dehesas para cultivarlos y proveer de alimentos a todos, incluidos sus antiguos propietarios. Por esto nunca faltó comida allí durante la guerra. Nada de todo ello os sirvió después, pues esas mismas personas os denunciaron y os culparon de delitos que nunca habíais cometido.
Muchas veces me pregunto cómo fue tu encarcelamiento. Supongo que conocerías las mismas condiciones que la mayoría: el hacinamiento, la desnutrición, la falta de higiene, los malos tratos, quizá incluso las palizas y la tortura pues al fin y al cabo, eras culpable de rebeldía como decían los verdaderos rebeldes que se alzaron contra el gobierno legítimo de la República. A vosotros se os acusaba de ser rebeldes por no haberos unido a ellos, por mostraros fieles a la democracia, a la humanidad, a la igualdad, en lugar de aceptar la división social como ellos la entendían, sometiendo a los que trabajaban para ellos hasta la extenuación por un mísero salario.
La abuela nunca quiso hablar de los tiempos de la guerra, supongo que no quería rememorar todas el dolor y las experiencias trágicas que le tocó vivir y asimilar. De repente se encontró sola con sus seis hijos obligados a ganar una mísera comida desde la más tierna infancia. Y aún no sé qué atropellos personales vivieron ella y vuestra hija mayor que ya tenía dieciocho años cuando terminó la guerra. A las mujeres familiares de rojos se las humilló y maltrató constantemente para que no olvidaran que nada de los que oliera o recordara a “rojo” tenía derecho a la vida. A pesar de todo debemos sentirnos satisfechos puesto que tus hijos conservaron a su madre; otros niños, incluso de temprana edad quedaron completamente desamparados sin familia, sin hogar y sin posibilidad de comer o mantenerse.
Querido abuelo, me voy a despedir porque no quiero ponerme a llorar.
No solo por ti y nuestra familia, también por todas las familias que sufrieron tanto, principalmente después de la guerra, con esa “paz” que decía Franco que había traído a España.
Nunca te hemos olvidado y nunca te olvidaremos, como tampoco
olvidaremos a los que sufrieron la misma suerte que tú.

Elvira Martín

sábado, 9 de marzo de 2019

Querido Tío Pablo


Querido tío Pablo:

Soy tu sobrino Ángel Luis, al que no pudiste conocer porque te asesinaron mucho antes de que yo naciera.
Te escribo en mi nombre y en el de todos tus hermanos y sobrinos. Todos tus hermanos ya han fallecidos y me gustaría que en algún sitio estéis juntos, al menos eso quiero pensar. No pude conocerte, por hace ya ochenta años, un mes de mayo, un grupo de fascistas te asesinaron. Lo hicieron con alevosía, sin siquiera dejarte despedirte de tus padres y hermanos. Lo hicieron los golpistas asesinos, cuando hablaban de “Tiempos de Paz”, pero ellos seguían asesinando, como bien sabes y veías en la cárcel a diario, entre tus compañeros y amigos, pero tu muerte no fue en balde, dejaste un legado de dignidad, de libertad de defensa de la republica que siempre hemos recordado en la familia.
Podías haber huido a Francia, junto con tus hermanos Pepe Y Lorenzo, pero tu limpia conciencia, te decía que debías seguir aquí, en tu patria a la defendiste con orgullo, pensabas que no tenías nada que  temer, solo habías cumplido con tu obligación de demócrata y alcalde, pero  los fascistas eso no lo podían consentir. Fueron a tu casa, te llevaron detenido, delante de tus padres y hermanos, te encarcelaron, seguramente te maltrataron, ese era el sistema para hacerte confesar crímenes no cometidos, te juzgaron con juicios sumarísimos, que eran una farsa, sin defensa legal, donde los fiscales y abogados defensores eran los mismos.
Tus hermanos, como te he comentado ya han fallecido, Pepe y Lorenzo  se exiliaron a Francia,  como tú sabes, pero no sabes que Pepe, se nacionalizo francés y falleció casi con cien años. Lorenzo se alistó en la Resistencia Francesa, para seguir defendiendo la democracia. Lo asesinaron como a  ti, los Nazis y también nos sirve de ejemplo a todos.
Casi todos tus hermanos han fallecido con casi cien todos, excepto mi padre Alejandro, que siendo el pequeño, murió con setenta y nuevo años, justo el día  de su cumpleaños, el  me dejo el encargo de buscar tus restos e intentar que se hiciera justicia contigo. En esa labor estoy. Benita, Antonio y María murieron en paz. Luisa, murió con noventa y nueve y con esa maldita enfermedad llamada Alzheimer, que borro de su mente todos los recuerdos, pero no pudieron borrar sus ideas y hasta el día de su muerte, cantaba la Internacional con el puño en alto y maldiciendo a los fascistas.
Nunca hemos dejado de recordarte, de hablar de ti, nunca dejamos de buscarte y poder darte un descanso digno donde poder llevarte flores. Nunca hemos abandonado esa búsqueda y a día de hoy, seguimos haciéndolo, con la ayuda de amigos. Yo, personalmente, todos los días del año, doy un paso, aunque sea pequeño en tu búsqueda. Nunca dejare de hacerlo, aunque tenemos la pena de pensar que tus restos estarán por algún sitio revueltos en algún osario o incinerados, como nos han dicho o nos ha hecho creer.
Que la tierra te sea leve tío, allá donde estés, sabes que eres recordado con orgullo y cariño, por tu ejemplo de lucha en defensa de la Democracia y la Libertad.
Hasta el día en que nos encontremos:
¡Salud Y República!
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Pablo González Fernández fue Alcalde de Boadilla del Monte. La última vez que se le vio con vida fue en la cárcel de Porlier. Tenía 29 años.
Me contaba mi padre que, al parecer, querían fusilar a las monjas del convento de clausura que hay en Boadilla y mi tío se opuso. Las puso custodia y por la noche las sacó del pueblo con ropas de mis tías y abuela y así evitó su asesinato.Cuando se intentaron buscar avales para evitar el fusilamiento de mi tío, recurrieron a las monjas que ya habían regresado al convento una vez finalizada la guerra y estas se negaron a darle los avales necesarios para evitar su fusilamiento.
Pablo González Fernández no consta, como tantos otros, en el listado Nuñez / Rojas. Pero fue fusilado el 26 de mayo de 1939 junto a las tapias del Cementerio del Este, tal y como ha podido constatar el historiador Santiago Vega Sombría con documentos del Registro Civil en la investigación en curso.
Una tia contaba que ella vio el cadáver de su hermano y que tenía la cabeza entre las piernas.
Mi abuela llevaba flores a una tumba del cementerio de la Almudena, donde le dijeron que estaba su hijo y un día abrieron la tumba y, al parecer, el cuerpo de esa tumba era de una mujer. Nunca supieron donde se encuentra.
(Testimonio y fotografía aportados por Ángel Luis González, sobrino de Pablo González Fernández)